viernes, 17 de julio de 2015

La Magdalena de la Cofradía de la Vera-Cruz. Singularidad devocional arjonillera


Fotografía: José Mª González Bejarano
Publicado en la revista "El Toro de Caña"
de la Diputación Provincial de Jaén

Ildefonso Rueda Jándula

Situada al Norte de la población de Arjonilla, la ermita que hoy conocemos por el título de la Soledad, antaño nombrada en los documentos también como ermita de la Vera-Cruz, atesora las imágenes que aún son objeto de las más rancias manifestaciones de la religiosidad popular arjonillera. Documentalmente se ha comprobado que en este lugar se desarrollaron los primeros cultos de la parroquial, que a mediados del siglo XVI se traslada al gran templo consagrado a la Encarnación. Las antiguas devociones permanecieron en la vieja iglesia[1], resistiendo frente a otras que fomentará el barroco, no sólo en el templo nuevo sino en el resto de ermitas diseminadas por el casco urbano[2].

La Cofradía de la Santa Vera-Cruz ha realizado sus cultos desde tiempos inmemoriales en esta iglesia, primitivamente de Santa María del Val Rico, en la que se veneraban la Santa Cruz, la grande, negra y despojada de la figura de Cristo, como símbolo de Victoria frente al pecado y otra Vera-Cruz (que significa verdadera Cruz) dorada y decorada de espejos, para procesionar al Cristo de las Misericordias o "Padre de las Aguas", imagen que permaneció en esta ermita hasta que a finales del siglo XIX se trasladó a la antigua ermita de San Cristóbal, reconstruída gracias a la promesa que realizó la Villa por la lluvia recibida tras un período de sequía. Es la ermita del Santo (S. Cristóbal), que tras colocar allí la imagen del Santo Cristo de las Misericordias, dará nombre también a la calle más próxima a la ermita ( Calle Misericordia ).

Jesús en la Oración del Huerto, el Señor Caído, Santa Marcela, conocida como"La Verónica", son otras imágenes pertenecientes a la cofradía más antigua de las de pasión, con sede en el primitivo templo parroquial. Sobre esta última devoción de la Cofradía de la Vera-Cruz veremos algunas peculiaridades que la configuran como una de las devociones más interesantes para el patrimonio etnográfico y la religiosidad popular arjonillera.
 
Fotografía: José María González Bejarano
Su fiesta, a finales del mes de julio aporta varios elementos singulares para el ciclo festivo arjonillero, por lo que en su momento publicaremos ampliamente el estudio sobre esta verbena desacralizada, en el tiempo del final de la siega. Algunas de las conclusiones obtenidas de este estudio pueden servirnos también para entender mejor la presencia de la Magdalena en la Semana Santa.

La costumbre en el vestido de la Magdalena de Arjonilla es uno de estos hábitos que se mantienen, desde aquel tiempo en el que la vestían  en clase de profana con traje a la moda, y adornándola con sarcillos, perlas, cadenas y joyas de oro, y muchos ramos de flores de todas clases, hasta el ajuar que luce en la Semana Santa, que consiste en dos vestidos: Uno negro para el Viernes Santo por la noche y otro verde azulado para la mañana del Domingo de Resurrección, confeccionados con bordados y adornos de lentejuelas y azabaches por Isabel Lara "la rompe", por mandato de la camarera, Cabeza Zafra[3]. Insignificante es el documento que se ofrece a continuación, aunque por otro lado confirma el uso de vestidos a la moda para el adorno de esta imagen de la Magdalena desde tiempos remotos, donados por Ana Palomino Valenzuela en 1.634. Por otro lado, esta fecha es la más antigua conocida hasta el momento, sobre la existencia del culto a nuestra Santa:

"Ytem mando un arca grande que yo tengo a el Santo Cristo de la Capilla de la Iglesia Mayor desta Villa para en que tengan sus bestidos y hornamentos (...) Ytem mando a el Santísimo Sacramento un paño de tafetán colorado con puntas y franjas de oro (...) a la Virgen de la Alegría de esta Villa, un jubón de tela verde que yo tengo de los viernes (...) ytem mando un manteguelo francés de tafetán carmesí con franxas a la imagen de la Magdalena de esta Villa."[4]

Los vestidos antiguos, como los actuales, eran ceñidos a la cintura de la Santa, proporcionando así mucho vuelo a las faldillas. Varias de nuestras informantes, Ana María Vela Hernández y Encarnación Carmona Ruz, han coincidido en lo llamativos que resultaban los brocados en la delantera del vestido y todo el adorno floral, exclusivo de la festividad de julio, fundamentado en guirnaldas de jazmines, que engarzados en hilos, colgaban de la imagen en clara actitud oferente. Encarnación Carmona nos dijo que en las casas, las mujeres cultivaban macetas de albahaca que llevaban la víspera de la Magdalena para adornar a la Santa, colocada en un frondoso altar que realizaban en la ermita de la Soledad, una verbena en en su sentido más primigenio[5]. El verdadero motivo de la afluencia de fieles, y en esto consistía realmente la fiesta, era la contemplación de esta verbena en la que se hallaba inmersa la imagen de la Magdalena. La estampa que resultaría de la conjunción de estos elementos decorativos no es muy distinta a esta otra recogida por Rodrigo Caro en las fiestas de mayo:

Ajúntanse las muchachas en un barrio o calle, y de entre sí eligen a la más hermosa y agraciada para que sea la maya; aderézanla con ricos vestidos y tocados; corónanla con flores o con piezas de oro y plata, como reina; pónenle un vaso de agua de olor en la mano, súbenla en un tálamo o trono [6]


Esta descripción ritual nos acerca aún más a nuestra María Magdalena, que la iconografía muestra con un recipiente en la mano, de ungüentos con los que aliviar el doloroso trance de la pasión de Cristo. Las camareras que visten a la imagen, siempre llamaron a este objeto con el vocablo pomo, término procedente del latín pomum, frasco destinado a perfumes o licores. En la mañana del domingo de Resurrección, cuando los niños acuden a la Iglesia por un jarro de agua bendita y sus mayores expulsan al diablo de cada rincón de las casas con la oración: Salga el mal, entre el bien como Jesucristo en Jerusalém[7], aparece la Magdalena a hombros de jovencitas del pueblo, despojada del luto del Viernes Santo. Un vestido verde con grecas de plateadas lentejuelas, grandes pendientes, el pomo y un ramo de flores en sus manos constituyen los adornos, al tiempo de iniciarse la primavera, la estación del amor.

Para quienes desconocen las tradiciones de la Semana Santa en Arjonilla, pudiera permanecer extraña la presencia de la Magdalena en la procesión del Domingo de Resurrección. Para el arjonillero, esta presencia se hace necesaria, pues refuerza el sentido pascual del tránsito tristeza-alegría, muerte-vida, invierno-primavera. Dos salidas tiene la Santa en la celebración de la pasión: Enlutada, de negro hasta los pies en la noche del Viernes Santo, y con un vestido verde, flores en sus manos, en la radiante mañana de Resurrección. Son las dos caras de una misma moneda, la oscuridad y la luz de una mañana en la que vuelven las campanas a repicar de alegría.

Con un ceremonial sorprendente, las camareras de la Magdalena cambian los vestidos de la Santa en la tarde del Sábado de Gloria. Unas jóvenes del pueblo se encargan de ultimar los detalles de su adorno floral, que lucirá al día siguiente, cuando bajo el arco de la puerta del perdón aparezca la imagen, que , mecida por las devotas, parece caminar con toda naturalidad por las calles de Arjonilla, con sus cabellos al viento. Con el retorno a la ermita, duerme la tradición, en espera de una nueva primavera resucitadora.




[1] La referencia de "vieja Iglesia" aparece en numerosos pleitos conservados en el Archivo Histórico Diocesano de Jaén, sobre el traslado de sepulturas que existían en la Avieja Iglesia@, al nuevo templo parroquial, consagrado hacia 1.554.
[2] En el siglo XVIII, llegaron a contabilizarse nueve ermitas en Arjonilla : Santa Vera Cruz (o Soledad), Santa Ana (antigua de San Sebastián), Santa Brígida, La Concebida, San Cristóbal ( el Santo ), San Roque, Santiago ( Virgen de la Cabeza ), Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Reyes. En la actualidad permanecen al culto la Soledad, San Roque, Virgen de la Cabeza y Jesús Nazareno.
[3] Informantes: Hermanas Carmen y Lola Cuesta Uceda.
[4] Archivo Histórico Diocesano. Jaén. Sala de Varios. Arjonilla. Testamento de Ana Palomino Valenzuela, otorgado en 1.634.
[5] En la antigua Roma se daba el nombre de verbena a toda rama verde destinada al uso religioso. La planta que lleva este nombre, además de constituir por sí misma una ofrenda, servía para adornar el altar y , en guirnaldas, para las estatuillas de los dioses.
[6] PÉREZ ORTEGA, M.U.: Op. Cit. pág. 715.
[7] Informante: Juana Pérez González.
[8] Ibidem. págs. 217-219